lunes, 29 de octubre de 2007

La Feliz 2.0 (Segunda parte y final)


Ya en la feliz, supimos por mensajito que Maxi seguía con su dolor de cabeza ¡Magia, por mensajito! Y decidimos ir al casino esa noche. Lo que me pareció estúpido sabiendo que el papá del gordo y de Martín habían trabajado en casinos y se sabían todos los trucos. Pero Rocco insistió, el supuestamente sabía que el secreto estaba en esperar a que alguien juegue mucho en una máquina y no gane, para luego ocuparla y llevarse todas las moneditas del desafortunado. Parece que estaban programadas para coincidir en sus frutitas en determinado tiempo. Eso no ocurrió nunca y perdimos toda la plata, la que teníamos para ir a bailar (bah, ellos, porque en Mardel las mujeres pasamos gratis). Evidentemente, no era nuestro día pero bailamos igual. Terminamos en los video juegos con nenitos de 10 años compitiendo en el Pump Up y como ahí sí empezaron a ganar, nos quedamos toda la noche ¡Me ganaban a mí! Les sacaban el turno a los nenes, se aprendieron las canciones en japonés y cuando ya estaban azules como Shiva, salió el sol. No sé como logré sacarlos de allí y nos ubicamos cerca del lobo marino para ver el espectáculo.
¡Por fin sol en Mar del Plata! Nadie durmió ese martes, porque sólo pensábamos en la playa, en lo blancos que estábamos y en bañarnos. Caminamos enceguecidos, por la rambla hasta el Havanna de Corrientes y Colón (la esquina que unía el bunker con el telecentro de Maxi) para hacer tiempo hasta que el gordo llegase. Tomamos un súper desayuno y me pareció ver a Clarita ya instalada en la puerta, pero él no estaba. De modo que pasaríamos más tarde, era hora de ir a la playa y no teníamos nada preparado.
Al llegar, ventilamos un poco el bunker, que por cierto seguía sin desinfectar y notamos que ya no había comida en la pseudo heladera. Entre que nos cambiamos, y fuimos a comprar la lista (pan lactal, mayonesa, fiambre, cerveza, protector, esterillas) cuando terminamos de preparar todo se nos hizo el mediodía. Lección que nos sirvió para aprender varias cosas: en primer lugar, que no existe peor momento para ir a la playa, especialmente a La Perla, que al mediodía. Segundo, que no es bueno meterse en el mar luego de comer, menos sin dormir y tercero, que no es bueno tomar cerveza bajo el sol porque efectivamente nos quedamos dormidos, nos flechamos por completo y nos robaron hasta el kit del mate ¡Quién podía ser tan cruel!... No sé como hicimos para llegar al telecentro. Al caminar ya sentíamos que la piel se nos iba a evaporando, pero lo peor fue la gracia que le causamos a Maxi. “¡Cómo! Esperen, a ver si entendí: Fueron a Miramar y les llovió todo el día; se les quedó el micro; perdieron en el casino y ahora están así y les robaron hasta ese kit de mierda, nahh” Se nos rió tanto, pero tanto, que ya no era gracioso, empezamos a pensar que estábamos meados por elefantes sagrados y que Mar del Plata no nos quería. Cuando el gordo agregó: “Acá somos muy supersticiosos, la ciudad tiene su temperamento, desde que pusieron las nuevas “bajaditas” (para los discapacitados) que no para de llover. No sé, yo que ustedes no las piso más...”
Fue difícil retomar una conversación seria después de eso, nuestras carcajadas ahuyentaron a cualquier consumidor que intentase entrar y el gordo se nos ofendió ¡Qué es lo peor que le podés hacer a los chicos! Les mostró su punto débil y no pararon de gastarlo. Al volver para el bunker con él, lo cargaron con gatos negros o escaleras, con Candyman y sobretodo se encargaron de pisar todas y cada una de las bajaditas que las esquinas nos fueran proveyendo en el camino.
Llegamos al departamento y tiramos todo por ahí, Rocco puso la pava y le pedí a Maxi el diario. Cuando les estaba por contar que mañana tocaban bandas en la Rock and Pop Beach, sale Cris desesperado del baño y nos anuncia lo peor ¡¡Se tapo el inodoro!!
La situación no podía ser más terrible, Maxi se horrorizó y todos nos mirábamos como posibles sospechosos. Pero no era momento de sacar culpas, había que idear un plan porque nadie sabía cómo hacer para solucionar este desastre. Cris dijo que la Coca-Cola era lo mejor para destapar las cañerías y desperdició una botella; luego Rocco tiró la cadena y nada. Maxi, siempre de sentado, advirtió: “Yo les avisé” y me miraron a mí como para que haga algo “¿Qué puedo hacer yo que no se ni cocinar?”. No sé para que hablé, porque me mandaron a pedirle una sopapa al encargado. Ahí me veía yo, del lado de afuera del edificio, mirando fijo el botoncito dorado que decía “encargado” y practicando un posible discurso. Mientras Maxi, que más que para acompañarme, bajó a presenciar la situación y para contársela a sus nietos algún día, no dejaba de reírse y de perturbar mi concentración. Es difícil describir la situación, pero en el contexto nos resultaba tan gracioso que lo tuve que encerrar al gordo con llave del otro lado de la puerta. Cuando finalmente me decidí ¡Riiing! Empecé bien. “Hola, somos los inquilinos del 4ºC y quería preguntarle si por casualidad no tendría usted una sopapa”. Cuando termino de decir eso, se me da por mirarlo a Maxi de reojo: estaba colorado, como por estallar, pegado del otro lado del vidrio y se iba desplomando hacia el suelo, tomándose el estomago del dolor de panza. No pude seguir, me tenté mal, mientras trataba de explicarle al pobre hombre lo acontecido, terminamos llorando de la risa... En fin, no sé como subió y nos destapo la cañería. Esto iba directo al top-ten de lo más vergonzoso de mi vida, venía justo después de la vez en que mamá se acercó a Pancho Dotto y le dijo que yo quería ser modelo.
Definitivamente no pisaríamos más “bajaditas”, nadie volvió a mencionar el tema y nos dábamos un coscorrón cada vez que alguno se distraía y estaba por pisarla. Los días se sucedieron así, entre mar, centro y telecentro, sólo que empezamos a viajar hasta la Rock and Pop Beach para poder ver bandas. Nos sentimos muy identificados con una canción de Árbol “Hoy no es mi día”.

Una noche, los chicos me preguntaron si no me molestaba ir a dormir a lo de Maxi, porque querían tener “su noche de hombres”. Preferí no indagar en la cuestión, porque la realidad siempre puede superar a la imaginación, y acepté, siempre y cuando aprovecharan para limpiar y jurasen no usar mi sillón cama.
Ya en el urbano que me llevaba a lo de Maxi, saqué mi cuadernito amarillo que uso para escribir, siempre lo usé como una especie de terapia, pero esta vez también como bisturí. Escribía mucho, algo como que había idealizado demasiado, sin saberlo había esperado más de un mundo que no es mío y no se puede detener, a veces no se puede evitar hacer sufrir al otro...
Mi trabalenguas terminó cuando me vi frente a la puerta del gordo, recién ahí pensé ¿Dónde voy a dormir? Al entrar Maxi me juró que Alfonso no entraba en su cuarto y que si me parecía dormíamos los dos ahí. Alfonso es el gato fino y delicado del gordo, que con su masa de pelo gris me mata de alergia. Su gato andaría por el patio y yo accedí a dormir en su cuarto. Lo que no dejaría de ser tan bizarro como el resto de la cita, porque vimos Operación triunfo, luego puso el DVD de Britney en el comedor mientras preparábamos la ensalada. Cuando terminamos de comer, acabamos bailando como ella y memorizando su coreografía (cuando Britney estaba fuerte y no dura) “¡Qué perra hermosa!” Repetía Maxi, una y otra vez.
Pero hubo un momento en el que no podíamos bailar, ni comer más y al acomodarnos (él en su cama y yo en un colchón en el suelo), presentía que se venia el momento de las confesiones. Me resultaba interesante y extraño a la vez hablar intimidades con él, más escucharlo hablar de sus relaciones, de sus sentimientos y del universo supuestamente opuesto. Supongo que apagamos la luz porque nos daba vergüenza y ahí preguntó:
- Y vos, ¿Cuándo me vas a terminar de contar qué pasó con Rulo?
- ( Fucsia contesté ) Estuvimos...
- ¡¡Cómo!!
Intenté contarle a Maxi, lo menos nerviosamente posible. No sé como me animé, supongo que necesitaba hablarlo y mi cuadernito ya no me bastaba. En Coronda no pude contárselo más que a Celeste, porque con las idas y vueltas que dábamos, nadie entienda nuestra relación más allá de un masoquismo posesivo. Que de alguna forma lo era, pero no me sentía para nada acostumbrada y nunca hubiese imaginado que Rulo llegaría al límite de escribirme una canción para su banda. Su canción hablaba de ilusiones y despedidas, de dos chicos que extrañan para mantener vivo un sentimiento sin saber por qué. Me confesó haberse puesto muy celoso, y con esa dedicatoria creativa terminó de atraparme y de absolver todo resentimiento. Escucharlo cantarla fue algo que no puedo explicar, que no podrían entender. Lo que ocurrió después era sólo su consecuencia inevitable, para nosotros representaba un momento único de entrega, especial, que estaba imaginado de mil formas y eso lo volvía cada año menos posible. Maxi seguía con la boca abierta y me pidió que le cuente cada detalle, cada suspiro, quería sentirse allí.
Todo se desencadenó después de un baile en la playa de Coronda. Mientras yo (como en cámara lenta) disfrutaba de mis pies hundiéndose en la arena y de una vista privilegiada, hacia el cielo repleto de estrellas, él me miraba contornearme desde la barra. En eso ponen “Cara-luna” y Rulo se va acercando, sin que yo lo vea, para sacarme a bailar. Me tomó de espaldas, pero reconocí sus manos y ese giro hacia la derecha, mi sonrisa nunca supo disimular y le di confianza sin querer. No podía evitar distraerme con sus rulos, mirarlo a los ojos, mientras él se reía porque no alcanzaba sus movimientos. “Vas aprendiendo” y “Estás muy linda”, eran mis frases favoritas, hasta que una subsiguiente me desconcertó “Seguime”. Me tomó de la mano y me arrastró (nunca fue muy delicado) unas cuadras hasta la plaza, para besarnos.
Decía muchas cosas juntas y lo notaba particularmente entreverado, empecé a pensar mal, y obviamente acerté. La cuestión es que le había pedido prestada “la casita del terreno”a Martín para que fuéramos, pero mi cara lo decía todo. Vale la pena aclarar, que “la casita del terreno” en principio fue una especie de depósito y garaje, luego sirvió como refugio para el papá de Martín, cuando se agobiaba de escuchar a su mujer, y ahora, fue refaccionada como casa para que se “refugie”mi amigo. Pero a fin de cuentas, esta casita es de los viejos de Martín que son íntimos de los míos y eso no tiene solución.
No sé si me durmió, no sé, pero con esos ojos me juró que no iba a pasar nada, que Rocco y Celeste, habían ido y nadie apareció, que él cerraría con llave y cuando ya no sabía que decir desesperanzado, susurró que había esperado mucho este momento pero que dependía de mi.

Al llegar me alzó sobre la mesa de billar y recorrió con sus manos todo mi cuerpo. La tensión aumentaba, las varillas se caían al suelo y las cosas estaban sucediendo demasiado rápido para mí, no sé, no podía concentrarme. Temblábamos, supongo que los dos estábamos muy tensos, quizás esperábamos demasiado de ese momento, sabiendo que luego sólo habría distancia o pérdida. Cuando nuestras piernas (todavía con algo de arena) se encontraron, lo frené, no pudimos seguir, nos recostamos semidesnudos sobre la cama para calamar los latidos. Luego alguno tendría que ser valiente y cortar ese silencio, por suerte fue él. Dio vuelta hacia mí, me miró fijo y dijo que estos últimos días me había visto rara, como ida. Supuse que sabía, y con naturalidad le adjudique a mi mamá toda abstracción. Pero él no lo sabía y sentí que se preocupó al insistir “¿Le pasó algo a tu mamá?”. Así que terminé explicándole todo aquello que me perturbaba, en medio de una atmósfera que habíamos creado hace mucho tiempo, pero ahora parecía desvanecerse.

- Mi mamá está enamorada (repliqué con tristeza)
- Pero... ¿Qué tiene de malo eso Estefi?
- ¡No entendés! Está enamorada como una adolescente en un cuento de hadas.
- No entiendo.
- Esta enamorada de un capitán de barco griego y se quiere ir a vivir allá con él
- ¡Enserio me decís! Un capitán griego... ¿Como el novio de Maria Inés, un compañero de él?
Rulo identificaba a la prima de mi mamá, porque su hija Sofi ya era como parte del grupo, el elemento internacional que faltaba a nuestro crisol de verano.
- No...(Silencio)
- No llores ¿Qué te pasa?

La madeja de nudos en mi garganta no me dejaba emitir sonido alguno y la angustia atemperaba mis emociones dejándome como mera espectadora de mi mundo, insensible... Hasta que pude deslizarlo como un inevitable que cae por su propio peso: “Es el mismo capitán de barco, Rulo.”

Luego, le expliqué que me sentía decepcionada, que fui la última en saberlo y que no quería causarme más dolor. Nos lo había estado ocultando más de un año, inventado un novio americano al que iba a visitar, todo porque no tenía agallas para enfrentarse con su prima, ni con nosotros.
Me sentí estúpida arruinando el momento así y no quise hablar más. Necesitaba que me entienda y que no me odie, pero sólo le nacieron unas ganas inmensas de abrazarme. Me sostuvo entre sus brazos hasta que mi rostro se inundó de sal, el tiempo volvía a detenerse en ese abrazo eterno e intentó protegerme como si fuese algo frágil o delicado. La fuerza con la que me rodeaba, revivía en mis sensaciones previamente experimentadas primarias, sublimes, de a poco demostraba más sensibilidad y más ternura, me miraba a los ojos para darme confianza, para aquietar mis pensamientos. Ahora sí era él, el de mis idealizaciones, y ese sí era el momento único, nuestro... Nos sentíamos felices y nos dejamos envolver por la noche.

El cigarrillo de Maxi, se consumía junto con mi relato, ya habíamos tenido que salir a tomar aire para llenarnos de rocío, pero aún faltaba algo, la chispa previa a la colilla, la que anunciaba un final amargo. Extrañé el velador en ese momento e intenté bromear con que el papá de Martín había entrado, pero no me creyó y tuve que responder a su última pregunta: “No, después de esa noche se borró y si era por él, no nos volvíamos a ver hasta el próximo año”.
- ¿Cómo si era por él?
- Claro, al día siguiente me dió un beso delante de todos y después desapareció.
- Pero antes de venirte se vieron ¿no?, ¿No te dio ninguna explicación?
- No...La tuve que ir a buscar. Supe que estuvo unos días con fiebre, pero después de la semana de fuga, me enteré por el flaco Yunis, que en su cumple le preguntaron por mi y sabiendo de mi viaje acá, dijo “Ya se, dejala que se vaya”.
- ¡No te puedo creer! ¡Es un animal!
- ¡Sí! pensé que me iba a quedar sin lagrimal ¡Ja! Pero cuando volvió a aparecer por la costanera y me saludó como si nada, me envenené y lo fui a buscar para aclarar las cosas.
- ¡Bien ahí!
- ¡Viste! Lo tuve que ir a buscar, porque iba a explotar. Terminamos en la garita del viejo cine, donde me explicó que no nos podíamos enganchar así, que no nos hacía bien porque la distancia es un límite. Dijo que no podíamos jugar a los novios porque lo que nos pasa es de aire y no podemos construir algo real. Odio esos discursos pragmatistas, odié su incoherencia, y su seguridad, pero más allá de sus palabras que me negaba a aceptar, sentí que lo desconocía a él, o mejor dicho lo conocía más que nunca y me sentía estafada.
- ¡Que hijo de puta! Siempre fue cabernario pero nunca se había expresado tanto eh.
- Si, no sé, lo peor es que cada vez me convenzo más de que no nos entendemos, que no significó mucho para él... A veces me pregunto si en el fondo no tiene razón, esto es solo aire.

Recién pasada la semana note dolor físico, fue increíble estar tan absorta, tan consumida por mi maquinita de discurrir como para dejar de escuchar los quejidos del cuerpo. A todo me acostumbraba; al resfrío inevitable, la cama dura, la comida fea...También empecé a descuidar los pequeños detalles delante de los chicos, ya no escondía mi ropa interior, no dormía con corpiño ni me sacaba el delineado de la noche anterior... ¡Nada importaba! Mamá se quería ir, y sin saber todo lo que yo la necesitaba y la quería. De todas formas, los sentimientos encontrados no hacían más que alejarme de esa realidad. Estábamos prófugos, sin mucha más plata y aunque más libres que nunca, escapando físicamente de cosas que no podíamos dejar de traer.
Rocco parecía un soprano herido, Maxi con sus borracheras melancólicas, y yo con mi novela Almodovariana. En cambio Cris, parecía ser el único que estaba feliz. Nos despertaba con una sonrisa y prepara las cosas para la playa, se levantaba primero y me hacía el desayuno, me decía “Querida ya está tu café”, siempre con buena onda ¡Pobre! No es que nosotros fuésemos una carga, pero necesitábamos como un empujoncito para arrancar bien y por suerte, Cris nos contagiaba sus ganas. Primero pensé que estaba enamorado, pero un par de noches de morochas y destrucción refutaron mi teoría. O tenía un síndrome esquizo de adicción a las morochas o su relación no andaba bien.
Una noche en Gap nos fuimos de tema con el happy hour de “chupitos”, lo que nos dejo más desinhibidos que de costumbre y bailando hasta perder la sensibilidad del cuerpo... Esa casi mañana, pasó algo que no me esperaba, al volver al departamento Cristian subió al ascensor conmigo, me rodeó con sus brazos contra la madera y me quiso encarar. Lo bueno fue que, incrédula yo, me lo tomé en joda, porque se había creado mucha confianza y a veces jugábamos a que tenía dos esposos. Le dije literal, “No jodas Cris” y me salí, pero al ver la expresión que dibujó en su rostro, agregué “Vos sos mi amigo y te necesito así”.No sé como hice sinapsis tan rápido, pero sin anestesia creo haberle dicho todo. Por un momento me sentí culpable, me empecé a cuestionar si lo había provocado sacándolo a bailar o eran sólo los efectos del alcohol en sangre. Luego, supe que había sentimientos en juego, es decir que le gustaba y de antes (pero como le gustaban todas) y por suerte el tema pasó como mexicano por la frontera, al otro día como si nada. El problema de Cris era otro, la contención, quizás me equivoque pero la poca relación con su viejo lo hacía aferrase a todo y supimos al tiempo, que la novia era una mojigata, que lo hizo esperar dos años por casta y pura, pero cuando se terminó, estuvo con el primero en lista de espera. Para cuando la nube viciada se esparció a los cuatro y quedamos como suspendidos en el espacio, escuchando “Un viejo blues”, llegó Martín para regalarnos toda su frivolidad. Sí, porque hace años patentamos la frase “Martín vive en un raviol” Lo único que le importaba era disfrutar el momento, cumplir con su agenda de planes para la costa; broncearse, ir al shopping diagonal, conseguir una malla Rip Curl, y volver a intentar una y otra vez aprender a barrenar. De todas formas tenemos que admitir que, aunque le costó adaptarse al tema de las “bajaditas” (lluvia de trompadas) Martín traía su aire fresco y despreocupado, lo que cambió la sintonía del viaje y nos entregamos al puro placer banal.

Es algo común en mí, (en este entramado psicológico torturado) el mecanismo de defensa, ese que hace un esfuerzo por imaginarme siempre unos pasitos adelante de los acontecimientos, que me prepara o me pone en estado de sitio. Tengo que admitir que la mayoría de las veces me trae más carga de conflictividad que el disturbio mismo, pero funciona así y hasta en lo más mínimo, trabaja horas extras. Por ejemplo, esa última tarde en la playa, sabía que en una hora nos teníamos que ir a preparar los bolsos, por lo que debía despedirme del mar y mi mente ya trabajaba esa despedida. Entonces, el último chapuzón se volvió algo idílico, majestuoso, trascendente. Mis pies disfrutaban de la superficie de arena húmeda, esquivaban las olas marrones dando saltitos de estremecimiento por el frió, hasta que me decidí a enfrentar la gran masa de agua, pero esta vez me sentía todavía más atraída por su fuerza, por su movimiento y por la forma en que me levantaba y me contraía. El reflejo brillante comenzaba a enceguecerme, pero el oleaje se aquietaba esperando mi venida y en un impulso desmedido me lancé mar adentro, empecé a pensar lo maravilloso que sería tan solo dejarme llevar, hundirme en las profundidades, tan solo flotar y dejar pasar el tiempo...Sé que imaginé mi deriva... Pero vi que Rocco ya nadaba a mi encuentro.

Hoy, mamá se despierta cuando yo me estoy por dormir, almuerza cuando yo atisbo la mañana, aunque en realidad un yogurt no es almuerzo, pero menos se lo voy a hacer entender ahora, lejos y sabiendo lo poco que le gusta la comida griega. De todas formas se adaptó y todos los días habla el idioma de la filosofía universal. Es que lo demostró, estaba enamorada y su cuento de hadas se hizo realidad, (le costó una prima nada más) y hoy, hacen gala del hechizo sobre su descapotable verde que rodea el Egeo en una ruta de montes. Su capitán de barco, además es un místico y por una bruja sabía que su destino era una argentina preciosa, pero nadie es perfecto, un pequeño problema de coordenada le hizo confundir el derrotero, no seria mi tía, su amor seria mi mamá.
No es fácil, pero puedo entender que mamá no era feliz acá. Sin embrago, llegar hasta ese punto, muchas veces duele. Ella por su historia y su forma de ser, se desarrolló como una maravillosa profesional, sabe más de siete idiomas, pero sus estudios en Buenos Aires nunca fueron bien reconocidos, pasó años trabajando más de doce horas, haciendo especializaciones, sacrificándose hasta quedar anémica por tener un buen status de vida. Pero, “la profesional” empezó a abarcar todo lo que no podía resolver, lo más simple que no había podido desarrollar de una manera convencional, su familia.
Hoy estudia en La Sorbonne-Paris y se proyecta un mejor porvenir. Hace unas semanas se casó y les mandé un elefante hindú de madera porque a los dos les encanta la cultura oriental, y si bien ellos me proponen vivir allá, soy más bien yo quien practica la desaprensión hinduista. En el fondo no creo que quieran que algo interrumpa ese romance, además es ilógico que vaya a media carrera y con un idioma tan difícil para hablar. Sobretodo, porque sé que viviendo juntas, no hacemos más que reprocharnos todas las materias pendientes que nos quedan, ese vacío que ninguna supo llenar. Quiero creer que con la distancia vamos a aprender, porque los pocos momentos juntas se intensifican y la necesidad encierra al resentimiento para poder crecer y potenciar lo bueno de cada una.
Si bien la maternidad no fue su fuerte, ella de cierta forma alumbró muchas zonas en mí, me enseñó que cuando uno está vivo, ama, llora y sufre de verdad. Cuando se alcanza el límite de la propia naturaleza y no hay más dolor que pueda caberle al cuerpo; existe una elección, una única manera de salir, que es siendo sincera con uno mismo. Aunque sea un camino no convencional, poco ético, aunque te adviertan que no es moral ni es duradero ¡No importa! Es un riesgo que se puede tomar para viajar lo más próximo a la única y limitada posibilidad de ser feliz.

- Qu´est-ce qu`il se passe ma petite reine?
- Nada, estoy harta de este libro de semiótica de Steiner
- ¡Dale! Un esfuercito más, ya terminás el año, ¡Y nos vemos en Coronda!
- Ya se, má! Pero este final me complica la existencia.
- Bueno, no seas tan dramática. Acordáte que yo rendí lengua siete veces en la cultural.
- ¡Cierto!... Ah má, entrá en mi Space que están las fotos de Grecia.
- ¿Dónde?
- Donde te mostré hace bastante las fotos de Mar del Plata.
- Bueno mi amor, mandáme la dirección después, que debe ser tardísimo y mañana cursas.
- ¡Si, mal! Besotes má, te extraño
- Yo también, te amo mi reinita.

Al despedirme, me dieron ganas de ver esa foto juntas en la Acrópolis pero cierto impulso o nostalgia, no sé, me hizo volver a las viejas de Mar del Plata. Ahí estábamos los cinco en la perla, con el lobo, en el bunker, pisando una “bajadita”, teníamos tanta cara de nenes ¡Que verano, que ralle! ¡Qué aire hermoso fue Rulo! A pesar de que tenía razón y nunca tomó forma, pero dejó de importar, porque lo entendimos y toda esa locura se evaporó con los años...
Recordé que habíamos filmado esa despedida y me abanlacé sobre el Quick time, ahí estaba yo, cuatro años atrás, toda colorada y sonriendo mientras los chicos me pedían unas palabras antes de subir al flechabus. Les dije que habían hecho de mi peor verano algo increíble, pero mis palabras a cámara fueron más premeditadas, dije: “Verano, Rock, sopapas y amistad fuerte”.
“Mi familia de amigos” pensé, mientras la pantallita llegaba al fondo negro y Fito seguía desafinando en su última estrofa... “Entonces vamos, así en la vida con los restos del corazón y no queremos que se nos note que nos falta un poquitito de amor, porque fingir, digámoslo... vos ya sabés, así (feliz) te quiero”

8 comentarios:

Leo dijo...

Oraciones largas y oraciones cortas no significan nada por sí solas. Podés conseguir claridad a través de largas líneas, sin que sea tu obligación escribir breve. Tampoco es imprescindible que la descripción, el mostrar, posea cuerpo propio para hacerse carne; puede posesionarse de otro discurso, y aparecer a través de él.

Tu excepcional texto se ubica del lado de estas excepciones (claro!) al lograr estas dos cosas.

Era eso lo que preguntabas el otro viernes y no te contestamos?

Taller de Gráfica dijo...

Si, si! Gracias Leo! Es que me parecia falto de vuelo, de largas y minuciosas descripciones. pero con algunos comentarios, recuperé confianza, porque quizas esta vez apunto hacia un lado catartico en descripcion (sentimientos) que en espacio. Pero bueno, hay mucho para mejorar.
Mill gracias!!

Taller de Gráfica dijo...

Estefi, segui describiendo que es lo mejor del relato !
No quiero quitarle peso a la historia, de por sí el asunto con tu vieja es jugoso, pero tu frustración con Rulo está siendo interesante desde tu forma de mostrarlo. Todos sufrimos ese tipo de desilusiones, el tema es como lo reconstruyas para despertar interés, y creo q está muy logrado. Sobre todo desde los diálogos, q son muy frescos y naturales.

Me gustó mucho tmb cuando contás como fuiste perdiendo pudor con tus amigos y descuidabas los detalles de la convivencia.. me reí mucho.

Bueno, espero q sigas escribiendo!!

Un beso,

Aldana.

Anónimo dijo...

Coincido con Aldana. Podemos odiar con vos a Rulo, y eso está bueno.

Lo que no entiendo es si lo central del texto son las vacaciones, el griego y tu mamá o la relación con Rulo. Igual supongo que es porque no está la historia completa.

Beso!

Ezteff dijo...

Chicas: Ahi va el final, espero guste!! les queria agradecer mucho!! A vos Aldana porque tus consejos me sirvieron mucho para sentirme segura y expresar todo lo posible y Sabrina tmb para corregir. Gracias ¿Cierra la idea? Igual hay un dejo asi trabaja la propia imaginacion...
Nos vemos en el orgullo talleristico!

Leo dijo...

Estefi, cuando leí la última parte hubo un par de momentos en los que me pareció que el ritmo de la redacción (y no la redacción en sí) se iba de musicalidad, no sé si me explico. O sea, como que se escapaba (fugazmente) del registro que venís manteniendo.
Si me permitís meto un poquito la mano:
"Una noche en Gap, que es cierto nos fuimos de tema con el happy hour de “chupitos”, lo que..."
a mí me parece que directamente podés poner
"Una noche en Gap nos fuimos de tema con el happy hour de “chupitos”, lo que..."
Un par de líneas más abajo:
"Le dije literal, “No jodas Cris” y me salí, pero al ver la expresión que dibujó en su rostro, agregué “Vos sos mi amigo y te necesito así”, no sé como hice sinapsis tan rápido, pero sin anestesia..."
lo cambiaría por un punto y seguido:
“Vos sos mi amigo y te necesito así”. No sé como hice sinapsis tan rápido, pero sin anestesia..."
lo mismo que el "luego," q aparece más adelante, yo le sacaría la coma.
A ese ritmo (y a esas partes nada más) me refiero. Lo señalo no por hinchapelotas, porque de hecho no me gusta opinar sobre las decisiones puntuales de los demás, sino porque se acerca el momento de resolución y yo veo esto como el envión previo.
En el mismo sentido, me quedé con ganas de más "mar adentro", precisamente porque es el último instante antes del salto, y como lector te imaginé (m imaginé) panza arriba y con el tiempo detenido, aunque hubiése durado un segundo y medio... de última si estoy equivocado tmbn podrías transmitir tu vivencia del tiempo...y q dsps venga Rocco.

TOOOOOODO ES OPINABLE.
Ya usé muchas líneas (espero q sirvan -cuando menos para q definitivamente m tilden de pelot...)
LEo

Taller de Gráfica dijo...

ESTEFI: No voy a ejemplificar como lo hace tan bien Leo, solo te marco esto porque creo que hay una palabrita demas: "¡Ok, se crió ( en )acá!"
Solo tengo para decirte que está buenísimo el texto y q te felicito. Quedate mas que tranquila que la historia cierra súper bien.
Besos!

Noe. F

carla sanchez dijo...

Hola Estefanía, soy periodista de la Revista Capital de Chile, una revista de negocios. Te escribo porque necesito de tu ayuda. ¿Me puedes dar tu mail para escribirte? gracias!