
Intro:
..."Por un momento en la vida sentí que todo se volvía un gran reloj de arena, pero de arena húmeda donde el tiempo se detenía en mi cabeza que no hilaba dos trenzas de sentido; no quería pensar más y no alcanzaba la velocidad de los hechos. Ese verano ni siquiera llegaba a reconocerme brotada de bronca y contenida de una extraña angustia, hasta que levanté la vista y reaccioné de golpe al mirar a la gente que me rodeaba. La observé como por primera vez, detenidamente, y en ese instante, los acontecimientos no se volvieron más que una anécdota... Nunca imaginé que ése viaje con los chicos funcionaría como un placebo".
La Feliz
Desde mi secundaria mis viejos iban y venían, jugaban en el “sube y baja” del divorcio y fueron años de desencanto, de destrucción y sin suelo firme donde pisar. Pero, cuando el momento llegó y empezamos a vivir en casas separadas, si bien parecía que el aire puro volvía a habitarnos, aún había algo con lo que tendríamos que lidiar; ¡Sus vidas de solteros!
Ese verano, cuando Rocco se enteró de que mamá me había mentido, no lo dudó y me sacó un pasaje para ir con ellos. “Un pasaje hasta ahí…” Como la canción de la Cantilo. Rocco sabía que era la gota gorda que rebalsaría mi vaso grande de Coca-Cola, y me sacó un boleto verde con destino a Mar del Plata para el 29 de enero a la noche. No pudo conseguirme asiento en el coche que tomaban ellos, ¡Lástima! Igual encontró otro micro que salía unas horas antes. No le gustó la idea de que viajase sola, pero como el gordo Maxi prometió ir a buscarme, se quedó un poco más tranquilo, un poco...
Rocco es mi mejor amigo y no es un perro. Es sólo que Rocco es un nombre común en Europa (bah en Italia más que nada) y por esas casualidades de la vida, él nació en Ibiza. A simple vista tiene poco de europeo ¡Ok, se crió en acá! Sin embargo, es una linda contradicción entre mente liberal y nativa. Cuando nos preguntan qué somos (porque nos ven siempre juntos) suelo dar esas explicaciones laaargas: “¿El? ¡Amigo! En realidad es el hijo de mi madrina, que es la amiga de toda la vida de mi mamá, que se criaron juntas en un pueblito de Santa Fe y nos tuvieron cerca en años, así que prácticamente nos vemos desde que nos cambiaban los pañales”. Siempre damos esa explicación, pero técnicamente, nos habrían cambiado los pañales juntos sólo en verano, porque de bebes vivíamos en distintos hemisferios. Sólo cuando a mi madrina se le daba por abandonar el español raro, ese que silva las “eses” reteniendo el sonido en la lengua, que trasviste a las eses en zetas “los majosshz”, “puesshz” ¡Joder! Ella dejaba las Baleares y se venía con Rocco a pasar las fiestas, a visitar a la familia y a nosotros claro, porque somos una especie de familia. Y eso que a veces uno a la familia no la aguanta... Pero lo nuestro es distinto, porque somos “familia de amigos”.
Al poco tiempo, mi madrina se hartó de los “majosshz”, de la movida Ibicenca y, por supuesto, del marido mujeriego. Y Rocco, que por ese entonces era un Roquito regordete, creció en Santa Fe y tuvo que cambiar el mediterráneo por un río mucho, ¡muchísimo más oscuro!
Desde ese entonces, con Rocco compartimos todos los veranos en Coronda, el famoso pueblito, ya que “verano” es sinónimo de dejar la ciudad (él, Santa Fe, y yo Capital), el momento del reencuentro con los abuelos, que parecían habernos esperado todo el año tomando fresco, en el mismo sillón, sobre la misma vereda. Es como un viaje a los orígenes de nuestros viejos, a sus recuerdos y a su gente. Todo quedaba siempre como lo habían dejado, la gran cualidad de lugar, eso explicaba las sorpresas cuando encontraban un negocio nuevo... Así, pasamos muchos eneros en el pueblo, pisando descalzos el asfalto caliente, para no hacer ruido a la hora de la siesta, y con el tiempo nos hicimos nuestra barrita, (no podías pasar carnaval sin tener quien te defienda de la guerra “fría”) amigos que la mayoría de las veces eran hijos de conocidos o incluso de íntimos amigos de nuestros papás. Lo que por un lado es lógico, por el tamaño del lugar, y por otro lado es mágico, porque la amistad surge natural, crece en grupo y se cultiva de raíz cada verano. Fue como si ese vínculo entre ellos, se nos hubiese traspasado por los genes, muy loco... Aunque, más allá de toda transferencia de los viejos, a Rocco lo siento amigo genuino a pesar del tiempo, porque me entiendo muy bien con sus elucubraciones, a veces comparto su necesidad de sacudirlos a todos, o de meterlos en el baúl del hartazgo y simplemente cerrarlo o dejarlo ir. Me identifico con su búsqueda incesante de sentirse libre, de no aferrarse a nada, para no sufrir ¡Eso es! Hasta creo que tenemos ciertos poderes telepáticos, como en aquel verano en el que encontró justo lo que yo necesitaba, la manera sutil de mandar todo al carajo.
Esa tarde (previa al viaje), estábamos en la costanera del lugar, donde todos se pelean por un pedacito de sombra bajo el sauce principal, es que los corondinos se encuentran a tomar mate sea la hora que sea y no pueden esperar que el sol se digne a bajar. Hacía un calor litoraleño y no había otra cosa que hacer allí, salvo que te guste tomar tereré claro, por el calor…Igual, en Coronda nunca hay mucho que hacer, está hecho para dormir la siesta, para abandonarse en el río y para disfrutar los sonidos de la noche, lo que es ganar o perder tiempo según cómo lo mires
Ese mismo día salía para Mardel. A las 9 tenía “el urbano” que me llevaría hasta Rosario y de ahí ¡directo a la feliz! Mientras tanto, como ya tenía el bolsito listo y la casa de mi abuela queda a pocas cuadras de la playa (tampoco hay muchas), me quedé tomando sol con las chichis. Me acuerdo que leíamos el libro de chistes de Maitena de la prima de la July ¡Pobre! Porque terminó todo mojado por culpa de unos pendejitos que jugaban en el río. Paradójicamente veníamos hablando de feminismo, de la debilidad masculina, mientras yo estaba por irme de vacaciones sola con los chicos y poner a prueba toda teoría. En eso, pasa Rulo en bici, despacito como pispeando a las chicas de la costanera (sólo a las de micro-bikini). Por suerte, me saludó de lejos, porque si lo tenía más cerca lo escupía. Me acuerdo que le agarré tanta bronca ese verano que ahora hasta me resulta gracioso. Cuando se fue, la Naty me preguntó por qué no lo había saludado. “¡Por lo que hablábamos, Naty!”, le contesté. “No vez que es un cagón ¡Debilidad masculina! Sabe que no me vuelve a ver hasta las próximas vacaciones pero no le da la cara para acercarse…” Respuesta que derivó en “la psicológica”, esa charla larga en la que intentan convencerte, con argumentos de lo más originales, de que te olvides del maldito bastardo y de que sos linda y buena y no lo necesitás. Y por fín, cuando logran sacarte un “¡Tienen razón!” y un lagrimón, caigo otra vez en esa idea absurda de que son todos iguales y que somos un séquito de mujeres corriendo por los campos de flores, en pos de la liberación femenina, la hermandad y que se yo…Esperé hasta las 6 más o menos y me despedí de todas con tamaños besos y abrazos, después algunas prometieron ir a despedirme. Me fui a cambiar y a picar algo, saludé a los abuelos y esperé sola como un perro en la terminal, hasta que llegó el micro y cayeron todas atrás ¡Tarde! (Es que son tranquiiilas) Pero justo para hacerme lagrimear un poco más.
No me costó convencer a mis viejos de que me dejen ir, es más, fue graciosa la forma en que papá dijo: “¡Si andá! ¿Necesitás plata?” Evidentemente se sentía culpable de haber deschavado el nuevo romance de mamá. Y en cuanto a ella, en ese momento no la veía autorizada como para resolver con mayor madurez o responsabilidad que yo. Tampoco sé si me detenía no contar con su permiso, no porque me haga la rebelde, sino porque era lo que yo sentía que necesitaba y estaba pretendiendo empezar a cuidarme sola. Me reservé el placer de decir “¡Me voy!”
Habíamos quedado con Maxi, alias “El gordo” (aunque él no lo sabe), en encontrarnos a las 6:30 en el hall de la terminal de Mardel, el problema era que yo no me acordaba mucho de esa estación y que, como recién se empezaban a usar los celulares en forma masiva, yo no tenía. El sí, porque es fashion y siempre está a la moda, le compraron un Nokia 1100, lo último porque tenía linternita Pero en mi caso, sólo empecé a sentir estúpidas e injustificadas todas mis teorías de alineación anti-celular... Entonces, como era de esperar, con el cuelgue de Maxi y el mío, nos encontramos casi a las 8. ¡Una vergüenza ese momento! La gente nos miraba, tratando de adivinar de dónde nos habíamos escapado. Es que cuando nos vimos, empezamos a gritar histéricamente de alegría. El con una cara de sueño tremenda, pero hecho un divo, y yo estornudando entre beso y abrazo, por culpa de ese maldito aire acondicionado.
- ¡Cómo estas mi amooor! (supongo que no es su culpa que Susana haya estado tanto tiempo en la televisión) ¡Que alegría verte sister-soul! ¡Hace mucho que no nos vemos, estás re flaca guacha!
- ¡Hola mi viiida! ¿Cómo estás?, ¡Dónde estabas, porquería! Ya no sabía que hacer, llamé a tu casa y no me contestaba nadie.
- ¡Nos mudamos!
- ¡Ahh! ¿Y no se te ocurrió avisarme, no?
- ¡Sí que te avise! Bah… te dije que me llames al celu.
- Ahh, me olvidé el número en lo de la abuela. Igual pensé que con el de tu casa ya estaba.
¡Me tenés que decir si te mudas nene! ¿Mirá si me iba hasta tu casa?
- ¡Ya está, ya estás acá! y corré, que deje mal estacionado el auto.
- ¡Uh!... ¡Ey vivo, ayuda con el bolso!
Justo ese verano al gordo se le dio por trabajar en un telecentro, así que tuvimos que arreglárnosla solos. El lado positivo es que quedaba a 10 cuadras del departamento que les prestaron a los chicos, en Av. Colón, zona bastante céntrica y cerquita de la playa.
Esa bendita mañana Maxi tenía que abrir el local a las 8, lo que evidentemente no fue posible. Cuando llegamos, ya había una viejita esperándolo en la puerta…
“¡Qué hacés diosa!”, le dice Maxi, y la abuela se sonroja como nena de quince. Le pide unos Marlboro box, unos caramelos de propóleos, le deja de más y se va. Luego Maxi me aclara que tiene una nieta que esta bárbara.
- Che ¿Querés que te lleve al departamento primero?
- ¡Pero si ya abriste el local!
- No importa, nadie se entera. Además ¿Queda cerca, no?
- ¡Ni idea! Hice el bolso y me vine. No sé dónde, pero ni te molestes que tampoco tengo llave.
- ¡Bien, boluda! Mirá que yo de acá hasta las 3 no salgo y los chicos caen recién a las 5, ¡Te me vas a morir de sueño!
- Y bueno, ¡Total! Hace un montón que no nos vemos y estos banquitos están cómodos te diré... ¿Recién a las 5 vienen?
- Aja, ¿Por…?
-¡Hoy está el Personal Fest! Ahora los chicos no van a llegar. ¿No sabías nada?
- Si, si acá están como locos con eso. Toca Fatboy Slim, ¿no? No sé ni una sola canción. Igual llegan querida ¡Quedáte tranqui!
- No, yo tampoco, voy de careta no más…Pero ¿No te dijeron que íbamos?
- Nooo nada ¡Ja! No me los imagino ahí.
El telecentro del que me habló, en realidad era un maxikiosco con dos cabinitas. Así, que nos pasamos toda la mañana comiendo porquerías y a medida que la espera se nos hacía larga y las conversaciones profundas, el menú iba empeorando. Empezamos con mate, Pipas y galletitas de salvado para terminar con chocolate Tokke y Jorgito triple glaceado. Eso si ¡Todo bien económico! Para no saquear el kiosquito y se den cuenta los dueños.
- ¡Voy a poner más agua! Atendeme a Clarita.
- ¿Yo?
- No, Rulo ¡Dale! si la vieja quiere charlar no más. Mirá que si me agarra a mí no me larga.
- ¡No me jodas!
El gordo es una de las personas más graciosas que conozco, y no sólo porque nos hace toser de la risa, sino por la gracia que tiene para todo. Posee aires de estrella y lo es, no me río con nadie como con él, es como el cafiolo chanta que se hace “el amigo de las chicas”. Camina comiéndose el mundo, como esos personajes que viven de anteojos negros para no molestar al sol. Encima no para de hablar, siempre dice que si fuese mujer seria vedette, pero “¡La más trola de todas!” (Igual todos los chicos aseguran que de ser mujeres serían trolas jaja). El gordo, debe haber visto tantas revistas en Mardel que, de tener la oportunidad, actuaría en alguna de Sofovich sólo por estar cerca de esas minas. Pero, él sí tiene talento. Cuenta historias como Pinti, habla como Tortonese, canta casi como Kravitz y tiene el pelo igual. ¡¡Pero, cuando baila!! Cuando baila, nunca, jamás, pasa desapercibido.
Eran como las 11 y finalmente se fue Clarita porque me enganché a hablar con un pibe que se había ganado la remera naranja del Personal Fest. Hice un desorden en el puestito y mientras ordenábamos…
- ¡Siempre tenés levante vos, eh!
- Nahh…
- Dale pacata ¿Qué pasó este verano?
- ¿Qué te contaron?
- Nada, ¿avanzó la cosa?
- Ahhh ¡Ves que sabés!
- ¡Avanzó en serio!
- No, pensé que sabías algo. Todo para atrás, retrocedió unos cuantos casilleros.
- Este Rulo… ¿Qué pasó ahora? Decí que le tomamos cariño a esa cosa ¡Con ese pelo!
- A mi me gusta el pelo lleno de rulos y los ojos verdes suman.
- Bueno, ponéle que la porra pase... pero la actitud cabernaria ¡No!
- Y…Si, es medio salvaje, pero eso me gustaba de él. No le importa caerle bien a nadie, hace lo que quiere…aunque este año se portó como una bestia. Pero mejor hablemos de otra cosa.
- ¡Guacha! Me dejás con la pica.
- Nah, boludo, enserio…
- Bueno, bueno mi vida, ¡Tenemos tiempo! Me contás cuando quieras. Pero vos sabés que podés contar conmigo ¿No?
- ¡Si! ¡Obvio! No es que no confíe. Es que pasaron muchas cosas juntas, nada grave, pero todavía estoy medio aturdida. Como procesando todo…
- ¿Por lo de tu vieja?
(El se pone fucsia y yo rió para mis adentros)
- ¡Ya te contaron!
-Ay…se me escapó. No digas nada porfi, pasa que Rocco te vio toda acongojada y…
- Está bien, primero que a vos te iba a contar y después, que te cuente él, no me molesta porque sé que se preocupó. Es distinto a que lo divulguen allá, sé que si se lo cuento a alguien en Coronda, llega hasta los lugares más remotos y ¡El problema es cómo llega! (Risas)
- Pero enserio ¿Cómo estás con eso?
- Ehh…Mejor te cuento de Rulo. (Risas otra vez)
Empecé a contarle, pero nos dimos cuenta de que había baches en la historia. Le estaban faltando unos cuantos capítulos de la novela. De modo que en un racconto veloz, le expliqué que veníamos saliendo los últimos veranos, pero principalmente porque él me buscaba y yo no aflojaba por la amistad. Lo consideré siempre amigo, más allá de las épocas en la pileta de “Bubu” donde aprendimos a nadar, que él siempre me elegía para su equipo de postas, más allá de cómo me apretó para bailar en vals de mis 15 y de cómo fue crecer juntos en el grupito. No podía verlo diferente, pero con el tiempo, cuando lo conocí mejor me fui enganchando. Empezamos a tocar la guitarra (él sí aprendió bien). Nos quedábamos noches enteras tocando, cantando, divagando y cuando me di cuenta, no me quería ir. Quedábamos solos y simplemente queríamos que así sea. Pero él se empezó a asustar porque yo sufría de verdad cuando me tenía que volver a Buenos Aires, y eso que sólo era fantasear, como mucho algún beso. O quizás se asustó por él, pero la cuestión es que empezó a verme menos, intentaba explicarme que lo que nos pasaba era efímero, etéreo…
(Maxi estaba por largar un llanto desconsolado, cuando entró otra gordita a pedirle un helado)
- ¿Y entonces? ¿Qué pasó?
- Y, nada. Este verano ya lo empecé resentida y como no me dio pelota y estaba tan aburrido Coronda, me agarré otro pibe.
- ¡Cómo! ¿Para darle celos?
- Inconscientemente.
- ¿Y?, ¡Te enganchaste!, ¿Rulo se enteró?
- ¡Obvio! Es Coronda... Una vez nos estábamos besando en la plaza y pasó Rulo ¡Lo solté al pibe cuando escuché su voz! ¿Podés creer? Y, encima le dije que hiciera como que hablábamos de algo.
- ¡Te mandó al carajo!
- Bueno, si. Volvió con la ex, y le dije que de segunda no. (Risas)
- ¡Esta gente! ¡Coronda Dios mío! Bueno, por lo menos las chicas son unas divinas.
- Sí…Pero están todas peleadas, siempre hay alguna que esta nominada.
- ¡Qué raro! (Risas)
- ¿Finalmente?
- ¡Ah, no! ¡Da para rato lo de Rulo! entre las fiestas, reuniones y cumpleaños. Viste que navidad y año nuevo son todo un evento allá, se ponen vestidos de fiesta para encontrase en la misma costanera a festejar, eso si con un champagne o fresita para brindar en la calle.
- Nunca estuve en Coronda para fiestas, pero se deben poner buenísimas.
- Sí, ¡Mal! Se ponen en re pedo, bailan sobre la arena, de a dos ¿Viste? Porque bailan cumbia santafecina y siempre hay algún desubicado que termina en el río. Pero a mi me encanta quedarme hasta el final, no para ver quién se va con quién (como las chicas), sino para ver los colores del amanecer pintarse suavemente en el río.
- ¡Que lindo Estefi!
- Sí, es hermoso... Bueno, este año que mamá estaba en su supuesto viaje por EEUU, Maria Inés vino con sus hijos griegos y pasaron las fiestas en Coronda con nosotros. Les encanta, hace un par de veranos que vienen, porque ella quiso volver a pasar las fiestas con sus padres y se ve que lo disfrutan mucho y…
- ¿Quién?
- La prima de mi vieja boludo… ( Maxi entendió y cambió de tema rotundamente)
Así se nos hicieron las 3, vino el pibe que lo cubre y nos fuimos para su casa en colé, porque la mamá se llevó el auto y prometió pasar a buscar a los chicos. Por momentos parecía que se largaba a llover, pero sólo amagaba con arruinarme el recital. Mardel estaba más lindo que en mis recuerdos, quizás porque su mar siempre me pareció frío, perturbador y ahora me entendía más con él, me quedaba mirándolo retorcerse, creo que admiraba su fuerza y me inspiraba su frescura. Además, sabía que esta vez podría apreciar otras cosas, con otra edad, la justa para pasar a los boliches y con otra libertad, toda.
Maxi se mudó a una casa, pero en la loma del… ¡Muy lejos! La casa estaba hermosa, su pieza una pinturita, llena de CDS (malísimos) y DVDS de las series norteamericanas. Había una época en la que intercambiábamos fotos de las Spice, ¡Eramos fanáticos! Pero yo por suerte empecé música, y fui tirando al rock, de a poco al internacional. Por esos años con Rocco, Rulo y las chicas estábamos hiper nostálgicos de los clásicos del rock nacional...Por lo que el “gordo pop” nos mataba, él idolatraba a Britney, hasta quería participar en Operación Triunfo que recién empezaba ¡Dios!
Los chicos cayeron a eso de las 6, Rocco y Cristián, porque Martín vendría después, se quiso quedar en la fiesta de la cerveza de otro pueblo... En realidad a Maxi lo conocemos por Martín, que es de Coronda pero vivió en Mar del Plata. En cambio a Cristián, recién lo estábamos descubriendo, el correntino era amigo de Rocco desde sus últimos años de secundaria, que harto de vivir mudándose con su madre (gerente de banco) se asentó solito en Santa Fe. El era el único ajeno a círculo de transmisión genética. Luego, entre mate y facturas, y con la genial idea que tuvieron de ver el último capítulo de Friends. Maxi se quiso quedar y nosotros salimos tardísimo para el Personal. Los colectivos iban atestados, y cuando llegamos nos prohibieron pasar porque terminaba en 15 minutos ¡Re temprano! Encima volvimos en el mismo colectivo y los malditos se descostillaban de la risa de mi cara de decepción. Proponían hacer como si nada, bailar en el micro, repetían una y otra vez “Slash dot dash, dot dash, dot com” para colmo tuvieron éxito y varios los siguieron. Intenté pensar que íbamos en un micro del borda y me pareció divertido, de modo que me terminé sumando “Slash dot dash, dot dash, dot com”.
Llegamos al departamento discutiendo mi parecido con Phoebe, yo me veo más Rachel, pero Rocco está seguro de que el día que componga a una canción va a ser muy “Smelly Cat”. Eran las 12:30 y el departamento lucía horrible, sus grises y amarillos me deprimían aún más y ni hablar de la mancha de humedad sobre el sofá cama que me había tocado en alguna votación muy democrática.
Lo bautizamos “El Bunker de Hitler”, porque de no saber que era un cuarto piso hubiésemos jurado estar “bajo la tierra”. De todas formas, nadie atinó a limpiar nada y cuando llegó Maxi con la pizza y mi bolso, sacamos con asco el plástico amarrillo de la mesa y comimos con la mano, al día siguiente desinfectaríamos el bunker.
Luego mis ganas de dormir continuarían contenidas porque la noche recién estaba por comenzar. Se ve que Maxi nos vió medio hechos mierda y propuso recorrer Alem, donde están todos los barcitos que “se ponen”. No sé si fue la mejor idea para un sábado a la noche, pero en éste caso admito que fue pura y exclusivamente mi responsabilidad complicar la salida, me olvide el documento. De modo que conocimos la puerta de cada uno de los púbs en la avenida, hasta que un enano gamba (no estamos seguros, el patovica) nos dejó pasar a PPCorcho. ¡Qué bueno, no discriminaba bien nuestra edad! Luego, la noche se puso ruidosa y nuestro cansancio se fue con el tequila. Bailamos, yo diría bastante, sobretodo con Cris que no lo tenía así. Es muy lindo verlos bailar, lo hacen para ganar, pero se nota que lo disfrutan. Bailan con esa belleza caribeña, con movimientos elásticos, suaves, armónicos y sabiendo llevar a la mujer con cadencia. Me gusta que los chicos sepan bailar, no me parece afeminado en absoluto.
Al día siguiente nos despertó la tormenta y el frío, pero recién el gordo tuvo el mérito de sacarnos de la cama, porque nos quería llevar al puerto. La playa se hacía esperar, pero mientras tanto teníamos mucho que recorrer. Me pareció buena idea ir a comer mariscos al puerto hasta que mencionó un detalle; no tenía el auto. Llegamos como recién salidos de una pileta. Puerto Gallegos era el nombre del restaurante, el preferido del gordo, un tenedor libre claro. Comimos a morir, tratando de diferenciar los pescaditos y de memorizar cada nombre, todo terminó en una especie de Fear Factor para ver quién era el más osado, probamos moluscos de todo tipo: langostinos, camarones, calamares, hasta pulpo…al rato no podíamos ni hablar.
Dada la falta de costumbre de nuestros estómagos, el resto del día, no pudimos más que hacer las compras y dormir. Había que juntar fuerzas para la noche. Me despertó una mezcla de olor a humedad, cigarrillos y comida, enseguida descubrí que seguía lloviendo y que Rocco estaba haciendo fideos. Le pregunte porqué hacía tantos y me enteré de que venía una amiga de Maxi a comer, lo que me pareció bueno porque si bien me divierte estar entre ellos, llega un punto en que sos uno más y no es bueno. Me reservo el derecho de omitir la parte en que me mandaron a pedir un colador al vecino y volví con un colador “chino” (sólo sirve para arroz). Nunca más me dejaron acercarme a la cocina.
Después de comer ya no sabíamos qué hacer, el departamento no tenía televisión ni radio (de lo que no me podía quejar ya que me evitaba unos cuantos partidos de fútbol). Habíamos jugado truco, chichón, casita robada y escoba de 15, cuando me acordé de que mamá me había mandado un regalo para los chicos, un anís griego. Al probarlo nuestras caras de rechazo fueron inminentes, entonces se nos ocurrió retomar el chichón y agregar un vaso de anís como prenda, lo que no calculamos es que los efectos del alcohol hacían que el perdedor perdiese proporcionalmente a la cantidad de vasos tomados, siempre perdía el mismo ¡Maxi! Esa noche, conscientemente, decidimos ir a bailar a Brody, que nos quedaba a unas pocas cuadras y al volver del boliche, no podíamos levantar al gordo que se nos desplomaba como estantería floja. Tuvimos que pedirle un taxi. La amiga lo acompañó y luego supimos que hasta intentó llamar a la ex novia para decirle que la amaba mucho y que no le importaba que le sea infiel.
Empezaba la semana y le habíamos prometido a Cristián acompañarlo a Miramar, donde estaba de vacaciones su novia con la familia. Teníamos que tomar el micro de las 9 para pasar el día allá. Yo no tenía muchas ganas de ir, si quería podía quedarme en el telecéntro, pero como el cielo se estaba despejando, me pareció mejor aprovechar el día y conocer Miramar. Ahora, analizándolo bien, supongo que no quería ir porque la noche anterior Cristián había estado con una morocha, entonces no me imaginaba con qué cara iríamos a visitar a la novia. Pero cumplimos la promesa.
El viaje empezó mal, el humo invadió nuestro colectivo, que se quedó en medio de la ruta y tuvimos que esperar un refuerzo. ¡Ni un desayuno ligamos por las molestias! Ni un alfajor, porque las bandejas quedaron en el otro micro.
Al llegar, advertimos que las calles no tenían nombre, sino que cada una tenía asignado un número, e hicimos chistes como “Decíle que nos encontramos entre la 5 por 8, y la 9 más 7 dividido 2”. También observamos que sobre la peatonal había tres teatros, el Gran Rex, el Opera y el Metropolitan. ¡Qué poca creatividad!
En la 24 nos encontramos con Emilia, la novia de Cris, y recorrimos la costa. Hacía mucho frío y Rocco me prestó un buzo que me quedaba enorme, empecé a pensar en la poca ropa de invierno que había traido. El viento comenzó a enredar nuestros cabellos de a poco, hasta que la brisa nos golpeó en la cara, el mar estaba empezando a rugir como una bestia y el bañero pidió que nos alejásemos. Terminamos yendo al cine, en el teatro Opera, a ver American Pie II, lo recuerdo especial, no sólo por cómo se rieron de la parte en que Jim quedaba pegado al video porno, sino por que fue la primera vez que tomé mate en el cine ¡Qué vergüenza!
Terminó el pastel americano II y buscamos desesperadamente un lugar para ir a comer, no sé si por hambre, más bien creo que porque nos mataba la acidez. Después, hicimos tiempo en la terminal, en un bar que parecía el de la propaganda de Villa Trafull (desoladísimo), mientras Cris acompañaba a Emi hasta su casa y volvía, querían estar solos, obviamente...En el bar, logré olvidar por un rato mis planes de parricidio mental al ver que Rocco estaba muy lejos de allí. Jugaba con su cucharita de café, quitando la borra del borde de la taza. Estaba tan ensimismado que me dio la impresión de que más que un viaje de verano, éste se mostraba como una válvula de escape lánguida y netamente depresiva. Me di cuenta que Rocco también había viajado buscando alivio, quería desentenderse de todo lo que implicaba Coronda, todavía le era imposible aceptar que Celeste haya desarmado su mundo, se negaba a creer que ya no era suya, que no era más su pétalo de sal. Creo que ni yo podía concebir que estén peleados, eran mis amigos de toda la vida, esa parejita que después del divorcio de mis viejos todavía me hacía creer en el amor. Sí, por más tonto que parezca, su quiebre también le daba un tinte de desencanto a todo, nos quedamos sin el final feliz y lo peor es que como me tocaba de cerca, a él le costaba mucho desahogarse conmigo, supongo que, por respeto, evadía un poco el tema. Pero era un mutuo acuerdo, andábamos con nuestras espinas sin poder hacer mucho, pero acompañándonos en esos momentos melancos, que con el pianito de “Desarma y sangra” en el discman, hasta se volvían disfrutables.
Ya en el micro de vuelta, Cristián quedó mosca y con Rocco practicamos el deporte que más nos gusta, filosofamos de la vida.
- ¿Te irías a vivir a España? (pregunté yo)
- ¡Ahora! No… No sé, pero lo pienso seguido.
- ¿Qué pensás?
- Y…que tengo que terminar económicas, que este país no avanza y que tengo trabajo con mi viejo allá, no sé...
- Debe ser lindo Europa... ¿No? ( yo ya practicaba mis dotes periodísticas)
- ¡See! Es muy lindo, hay lugares increíbles, además la historia, la cultura. Hasta la gente parece más relajada, no sé... ¡Lo mejor es que no tienen vergüenza en las playas nudistas! (Risas)
- ¡Enserio te hablo nene jaja! Qué lindo debe ser... ¿No me llevás con vos la próxima? Me pongo a trabajar, junto mucha plata y ¡Vamos!
- Pero mirá que yo voy a esas playas, eh.
- Ay Rocco ¡Qué asco! Jaja
- Además, quién sabe dónde vas a terminar vos ahora con todo esto...
- Nahh, yo no me iría a vivir allá. Además, no quiero saber nada con formar otra familia.
- Quién sabe... ¡Quizás terminamos los dos en Europa!
- ¡Qué buena idea nene! Pero en España ¡eh!
- No seas tan cerrada tampoco, quizás no es tan malo como lo imaginás. Ya sé que parece que tanto a tu vieja como en cierta forma a mi viejo les cuesta esto de quedarse quietos, de afirmarse, hasta lo de ser padres responsables, pero son así, son los viejos…
- Si, ya sé… es que todavía no lo puedo digerir, no me entra en la cabeza, yo sé que soy exagerada, pero bueno a mí me cuesta pensar en caliente.
- No, lógico, digo que no te hagas mala sangre, tranquila. Todavía no sabés qué va a pasar.
- No, es cierto...
La conversación hizo honor a Santo Biasatti y nos acomodamos contra el asiento para terminar dormidos como cuando teníamos dos años, que nos acostaban juntos en el asiento de atrás del Renault de mi viejo, mientras ellos tomaban un café en el bar de Coronda y el mundo estaba en supremo equilibrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario